No se sabe con exactitud cuándo comenzó la lapidación de gemas, aunque se estima que este arte se practicaba en el antiguo Egipto mediante el grabado en algunas piedras como el lapislázuli. Respecto a las formas, se sabe que el primer corte desarrollado fue el cabujón, que consiste en dejar una cara plana y otra redondeada, generalmente sin facetas. Esto permitió que se crearan piezas simbólicas, adornos y amuletos que, en un principio, acompañaron a faraones y monarcas.
Con el paso de los años, el tallado de las piedras ha ido evolucionando. El estudio de los minerales, sumado al perfeccionamiento de instrumentos para evaluar sus propiedades ópticas, ha llevado a la creación de herramientas e insumos que permiten resaltar al máximo las tonalidades y el brillo de las gemas.
Actualmente, la lapidación deja ver diferentes corrientes. De esta forma, podemos apreciar escuelas tradicionales con cortes más clásicos, pero también movimientos contemporáneos que fusionan el arte del tallado con tendencias en tecnología y moda.
Como tallador, he vivido ambos lados. Comencé hace más de 23 años y la primera piedra preciosa que lapidé fue una esmeralda colombiana. Allí, experimenté con las formas comunes que más se han atribuido a este berilio: los cuadrados y rectángulos despuntados. Actualmente, aprovecho la mezcla de tonalidades en los zafiros multicolor y el pleocroísmo de piedras como la iolita para experimentar con cortes específicos para cada gema.
La historia de la lapidación seguirá su curso. Seguramente, la creación de nuevas máquinas y técnicas llevarán a mejorar lo que conocemos hoy día. Tal vez, lo más importante sea siempre recordar que cada piedra, en sí misma, ya es preciosa. Depende de cada lapidador encontrar los mejores ángulos para exaltar su unicidad y su valor.